domingo, 6 de febrero de 2011

HACIA UNA INVESTIGACIÓN HOLÍSTICA

ABRIENDO DEL SURCO
La CAPACIDAD DE ASOMBRO, es una cualidad inherente al quehacer investigativo; como tal, es una aptitud esencial -desarrollada o adquirida- con la cual, aprehendemos los fenómenos, vueltos objetos de estudio en el proceso de investigación. Precisamente, la génesis de la investigación está en ese elemento subjetivo de impacto que, una vez interiorizada y luego de adquirir relevancia para el potencial investigador, se constituye en el punto de partida vivencial de mayor trascendencia en la primera etapa del proceso.

No obstante, un gran número de epistemólogos y empíricos, creen que una investigación no se inicia si, previamente, no contamos con la pre-existencia de un “problema”; elemento epistémico que se constituiría en el “punto de partida” de la investigación. El problema, en el mejor de los casos y de la manera cómo se plantea, es una elaboración mental de aquello que creemos es una situación dificultosa o perturbadora de la realidad; como tal, de ningún modo, llega primero, por cuanto se trata, más bien, de la formulación conceptual de la realidad problémica; dicho de otra manera, es el enunciado al que denominamos “problema”, pero no al problema en sí. Frente a esta constatación, el criterio que defiende la existencia del problema como condición necesaria para la realización de una investigación, en sentido estricto es inconsistente; analicemos brevemente, entonces, los siguientes tres fundamentos epistemológicos de esa inconsistencia:

1.   Porque si vamos a hablar de primero, entonces debemos referirnos a la capacidad de asombro, merced a la cual se descubre el problema; en ese sentido, si este elemento subjetivo no surte efecto en el investigador, entonces no hay qué investigar, dado que no se ha descubierto el problema.

2.   Porque no es verdad que todas las investigaciones se tengan que hacer sobre la plataforma de problemas; éstos no tienen que ser una camisa de fuerza o una condición irrestricta para iniciar la investigación. Bien se pueden hacer investigaciones independientemente de problemas pre-existentes, a no ser que se pretenda plantear soluciones trasladadas a las hipótesis. Así sucede con las investigaciones de índole etnometodológica, reconstructiva o histórica, descriptiva simple, etnográfica y otras; todas ellas no necesitan el pre-requisito del problema. Las investigaciones en base a problemas obedecen a ciertos paradigmas, pero no significa que sea el único camino o  no haya otro recurso para el inicio.

3.   Porque, en un proceso de investigación, necesitamos contar con elementos subjetivos y objetivos: el asombro corresponde a los primeros, mientras que la realidad aprehensible, sea en calidad de objeto cognoscible o de objeto de estudio, corresponde a los segundos; pero, no necesariamente tienen que ser problemas.

Precisemos, asimismo, que en los entornos en los que nos movemos existen un sinnúmero de realidades, constituidas por un conjunto de hechos físicos e inmateriales, varios de los cuales pueden estructurarse como problemas porque esa es su naturaleza; de ser así, éstos, eventualmente, podrían ser materia de investigación si están en el repertorio del investigador, de lo contrario no. Bajo este entendido, debemos establecer diferencias entre los PROBLEMAS HALLADOS, que son aquéllos descubiertos por esa capacidad de asombro, y  los PROBLEMAS EXISTENTES, que, aun siendo problemas, no están en el consciente del sujeto cognoscente, porque todavía no han sido descubiertos por éste. De otro lado aclaramos que un problema existente no es lo mismo que un PROBLEMA POTENCIAL; éste es aquél que aún no se ha constituido pero que podría constituirse en algún momento; el existente es el que ya se ha constituido pero que todavía no ha sido develado. Entonces, cuando estemos refiriéndonos a los problemas de investigación, epistemológicamente deberíamos precisar si son “hallados”, solo “existentes” o todavía “potenciales”.

Todo proceso de investigación se construye, gnoseológicamente hablando, en esa relación dialógica entre el objeto cognoscible y el sujeto cognoscente; como todo objeto, al ser cognoscible, será parte integrante de una realidad mayor que opera como su entorno inmediato; de ese modo, el objeto de investigación, no cabe duda, o es específico o es especificable, en caso que aún se esté por especificar. En cualquiera de los supuestos, estará  impactado por el conjunto de elementos constitutivos de su realidad macro. De allí que, a fin de hacer efectivo el develamiento de las micro-realidades, con fines investigativos, es fundamental  mirar las cosas en toda su dimensión, sin olvidarse que en las maravillas de la totalidad están la explicación de las especificidades del objeto de estudio; o que las particularidades son tan importantes como las totalidades.

Este nuevo estilo de investigación, permite mirar y “admirar” las maravillas del entorno,  coadyuva a que los investigadores no sustraigan las partes del todo y el todo de las partes. Es puntualmente así cómo debemos encarar la investigación: el objeto de estudio como una parte de la realidad de la cual no puede abstraerse, menos aun sustraerse; dicho con otras palabras, aprehender, o sea capturar intelectualmente el objeto, con sentido holístico, pero en estrecha e inseparable ligazón con su macro-realidad. Del mismo modo, el objeto de conocimiento no tiene que perder su sentido fenomenológico si queremos, a decir de Husserl, penetrar en su “epoché”; pues, una vez que la realidad se vuelve objeto cognoscible ya no es “realidad en sí”, sino “realidad en mí” o “realidad en nosotros”.

La investigación formal, ésta que es impulsada por diferentes instituciones: universitarias, no universitarias, comunidades científicas y demás, cuando de fenómenos sociales, culturales y afines se trata, pese al tiempo transcurrido, no ha podido superar sus crisis, ni definir del todo sus lineamientos epistemológicos; los paradigmas neopositivistas, tipológico-comprensivos, epistémico-genéticos, neo-marxistas o críticos, todavía son insuficientes y, muchas veces, hasta incongruentes; pues, aún negándolo, siguen sufriendo la resaca de la tendencia cientista y de las formas de hacer investigación con influencia de las ciencias matemáticas, de la lógica y, más fuertemente, de las ciencias naturales. Bajo este influjo, LA INVESTIGACIÓN, tanto en lo teórico como en lo práxico, resulta naaturalmente  insatisfacatoria, poco eficaz y latosamente válida. Tales debilidades se hacen patentes al momento de indagar, informarse, analizar e interpretar el objeto materia de investigación. Constatamos, en ese momento, que la relación Investigación-Realidad no ha podido hacerse desde una perspectiva integral (holística); situaciones que han afectado seriamente los procesos de investigación.


A PROPÓSITO DE LA HOLISTICIDAD
Desde tiempos primigenios el hombre se ha preocupado por la búsqueda de la “verdad”; así, el conocimiento que adquirimos nos es válido en la medida que más se aproxima a la realidad o, mejor dicho, cuando la proyección mental que hacemos del objeto en nuestro cerebro es más concordante con aquella realidad. Esta búsqueda de la verdad abarca, en la práctica, todas las posibilidades del entendimiento humano; todo el nóumeno y el fenóumeno; todos los aspectos que incluyen lo natural y lo sobrenatural: lo estrictamente humano y lo místico. En fin, todo lo que haga posible un buen acercamiento con la realidad y un aceptable entendimiento de ésta y de sus procesos, que en materia investigativa no positivista, será el “hecho o fenómeno  aprehensible”, pasa por romper con los esquemas tradicionales de investigación.

Visto así las cosas, cuando estamos frente a objetos no naturales ni matemáticos, y tratase de objetos socio-culturales, implica aprehender los fenómenos, que son manifestación de una realidad mayor y más compleja, con actitud itinerante, con “mente de principiante”, con criterios socio-económico, ideo-políticos e histórico-culturales; pero siempre desde una visión más trascendente, más globalizada, más integral; es decir con holisticidad.

Sólo en la medida que tengamos esa provocación investigativa, abierta a infinitas posibilidades, capaz de mirar la realidad presente de cara al futuro, libre de prejuicios pero siempre en perspectiva universal, seremos capaces de asumir que hay la necesidad de dividir el todo en sus partes para comprender que el “TODO”, tal como lo enunció Artistóteles, es mucho más que la suma de sus partes. Este estilo, que se opone al auscultamiento de  la realidad solo como “cosa” o mero “dato”, comprimido a sí mismos, indudablemente, nos traslada hacia procesos de mayor complejidad, donde la capacidad de análisis, la abstracción, la síntesis o recomposición, la interpretación, la develación de lo oculto, la profundidad en el tratamiento de la información, nos confieren la calidad de investigador.

En el estudio de los fenómenos sociales, dentro de ellos los educativos por ejemplo, poco sirve la elaboración de ampulosas estadísticas y la obediencia religiosa a los diseños de comprobación de los supuestos. Hay que apoyarnos en la estadística pero no hay que endiosarla. La realidad no está en su representación numérica, está en la realidad misma; el dato estadístico solo matematiza esa realidad débilmente. Las realidades en la medida que son fenoménicas, nos invita a trascender el dato, buscando respuestas más allá de la estadística y los diseños de comprobación de hipótesis. Los procesos socio-culturales, ni cualquier otro proceso, no son ni estáticos, ni lineales y tampoco unidimensionales; son fenómenos dialécticos, espiralados, atípicos, pluridimensionales e históricos; por eso, la estadística y los diseños solo ayudan pero no definen el proceso ni los resultados de la investigación. Para superar la crisis y salir de esta contingencia, hay que reorientar la investigación y los supuestos epistemológicos; es decir, hay que investigar holísticamente a partir de una ruptura epistemológica, principalmente  con los paradigmas positivistas y sus derivados.

Introduciéndonos en lo “HOLÍSTICO”, sabemos que es un término que etimológicamente proviene del vocablo griego “HOLOS” que, en nuestra lengua, es utilizada como el prefijo “hol” u “holo”, traduciéndose como “entero” o “completo”. De acuerdo a su origen, el término “holos” se define como totalidad, relaciones, contexto, circunstancia. En el quehacer investigativo, la holística alude a la predisposición de los sujetos para comprender la realidad, o realidades, desde el punto de vista de las múltiples interacciones que se producen interna y externamente. Tal tendencia, nos permite implementar integradoramente la Praxis de la Investigación y generar su correspondiente Teoría Explicativa, que, en un esfuerzo de exégesis, sustentará el porqué de esa praxis, pero sin prescindir del contexto en el que se produce y del cual es parte constitutiva. A la síntesis de estas dos actividades es lo que también denominamos Teoría y la Praxis de la Investigación.

Daría la impresión que la HOLÍSTICA es un término relativamente nuevo, más cuando aún no se encuentra en la mayoría de diccionarios; a pesar de ello, no es tan nuevo como parece; por ejemplo, Jan Christiab Smuts (1870-1950), en 1926 publicó su libro “Holismo y Evolución”; Kurt Goldstein, en 1934, publicó “El Organismo: una aproximación holística de la biología”; Wilber, por su parte en 1986, hablaba del proceso global; Weil, más recientemente, en 1996, sustenta que “... según la comprensión holística, el todo y cada una de las sinergias están estrechamente ligados con interacciones constantes y paradójicas”. Resulta, sin embargo, que lo desconocido o ignorado a veces, ingenuamente, se confunde con lo novedoso.

Como vemos ya hay una historia detrás del término. En el mundo académico, el itinerario seguido por la holística, primero le ha permitido posicionarse de las ciencias llamadas puras, más tarde de las ciencias aplicadas, posteriormente irrumpió en el campo educativo; en la actualidad se abre camino ocupando un lugar privilegiado en los contenidos de la epistemología investigativa. No se trata de una moda, en el mejor de los casos se trata de un “modo”, un estilo, una propuesta; de una forma de percibir y comprender el ánimus y el ámbito de la investigación, desde una óptica diferente. En ese sentido, debemos reafirmar que cada hecho configura un acontecimiento y cada acontecer o circunstancia traerá, como correlaato, una serie de novísimas situaciones, las cuales, a través de diferentes formas, influyen entre sí y entre las demás en el más amplio contexto. Este fenómeno que podríamos llamar “HOLOPRAXIS” afecta el todo, por eso hay que utilizarlo como elemento orientador para aprehender la realidad y, dentro de ella, el Hecho o Fenómeno Social, siempre desde una perspectiva universal: holísticamente.


LOS ALCANCES DE LA HOLISTICIDAD EN LA INVESTIGACIÓN
Planteamos una concepción diferente del conocimiento, un punto de vista que valora la sabiduría popular como una forma de construcción colectiva del pensamiento, cuyos elementos edificadores son las experiencias y vivencias directas de sus usufructuarios; este conocimiento popular es diferente del científico en su forma y niveles, pero no en su contenido y finalidad. Reconocemos que la ciencia es solo una forma de conocimiento en medio de otras formas, por eso no compartimos el determinismo positivista ni el prurito cientificista. Desde esta perspectiva, la filosofía, el arte, la teología, la mitología o la literatura son otras maneras de percibir la realidad; es decir, otras formas de conocimiento.

Esta concepción del conocimiento, coadyuva a distinguir la micro-realidad de la macro-realidad, la parte del entorno, el aspecto del contexto. Conocimiento y holisticidad son categorías epistemológicas que hacen posible el acercamiento entre sujeto investigador y objeto investigable; son herramientas que orientan la investigación sin perder de vista la multivariedad de los aspectos y de la integralidad de los mismos. Esta perspectiva, tampoco es una concepción meramente sistémica o estructuralista; es la apuesta por una investigación de corte post-positivista y post-naturalista. Se trata, pues, de un planteamiento epistemológico con otras características, que entiende que no hay teoría sin praxis, ni praxis sin teoría; que lleva a cabo el proceso de investigación en una suerte de diálogo entre lo local y lo universal; es decir, entre el objeto cognoscible determinado o determinable y el entorno en calidad de macro-hábitat, macro-espacio o macro-referente.

En la medida que los objetos de estudio, gnoseológicamente objetos cognoscibles, son realidades cambiantes e irreductibles a sí mismas; la investigación, en primer término, no puede ser ajena a los cambios que aquellas realidades le imprime, porque correría el riesgo de obtener resultados descontextualizados y lejanos al objeto que se investiga; y, en segundo lugar, sin perder su particularidad, no puede desarraigarse del macro-ámbito en el que está inmerso; pues de hacerlo, el conocimiento de esa realidad particular no expresaría en forma cabal el comportamiento del objeto. Así, la investigación, se hará enfrentándose  a retos exigentes y complejos; ésta también es una cualidad del ser holístico.

Para la investigación holística, más allá de los resultados y hallazgos obtenidos, la teoría y praxis son actividades correlacionadas e inherentes a toda actividad de indagación que cumplen una misma finalidad: a) develar el objeto aprehensible sin soslayar el impacto que le ocasionan los referentes contextuales y b) propiciar reacciones entre los sujetos-objeto de investigación y los sujetos-videms, estos últimos conformados por aquéllos que, sin ser población objetivo, tendrán percepciones racionalistas, empíricas, objetivas, subjetivas, dogmáticas, relativistas o escépticas sobre la realidad investigada. Este encuentro entre teoría y praxis es una instancia de diálogo entre la percepción del sujeto cognoscente y la verdad implícita en el objeto cognoscible. Siendo así, lo que aprehenda el investigador, respecto de lo que investiga, solo será una aproximación a la verdad, pero no la verdad en sí misma. Las aprehensiones, esos actos conscientes sobre la realidad, cualquiera sea su modalidad, forma o manifestación (conceptos, definiciones, postulados, contenidos temáticos, tratados, doctrinas, etc.), no son verdades, sencillamente son aproximaciones, inclusive en las llamadas ciencias “exactas”.

Todo conocimiento está imbuido de limitaciones epistémicas y procedimentales; a éstas se suma el sello personal del investigador. Este sello, corre parejo con las expectativas, los intereses, las convicciones o las aspiraciones del sujeto cognoscente, cuanto con la dialéctica propia del objeto cognoscible, que nunca permanece estático ni inmutable. De allí, el conocimiento es, desde cualquier punto de vista, subjetivo. No existe ciencia, filosofía o cualquier otra forma de conocimiento que no esté marcada por la subjetividad, que no es igual que subjetivismo. El papel de la epistemología será reducir, hasta donde sea posible, estas limitaciones perceptuales, procedimentales e interesadas del investigador, sin tener que superarlas completamente, dado que eso es humanamente imposible.

Así, la Investigación Holística recobra importancia porque aprehende el objeto de estudio contextualizándolo con su entorno y con las percepciones formales y no formales existentes. Para esta forma de hacer investigación, es imperativo articular criterios teóricos y prácticos en franca conexidad con la realidad que es materia de investigación. Esta imperatividad, nacida de esa visión holística a la que estamos aludiendo, concibe a la realidad no sólo como fuente inmediata de la investigación, sino como ecumené; es decir, como espacio de creación y recreación, como lugar epistemológico y de contrastación, como instancia de encuentro entre los seres humanos.

El estudio holístico nos es “dar un poco más de lo mismo” con lenguaje distinto; tampoco es una “Sociologización o Politización de la Investigación”; es reinventar la investigación con otra tentativa epistemológica: comprender la particularidad sin apartarnos de la universalidad; es proyectar lo inductivo sin subestimar lo deductivo. El plano holístico implica no plantear la investigación desde un solo ámbito; implica bordear las esferas de la Investigación Formal y sus paradigmas; implica, igualmente, entender la investigación como proceso general de conocimiento, como desafío epistemológico y como un compromiso con la trasformación.

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